EL LAGARTO DE LA MAGDALENA
Ésta es la leyenda más famosa de Jaén e incluso a nivel de España. Está ambientada a finales del siglo XV.
Cuenta la leyenda que cerca del raudal de la Magdalena habitaba un lagarto gigante que se comía a todo aquel que pasaba por cerca de su hogar. La gente estaba harta de él porque aunque se comía a la gente también devoraba a los rebaños ovejas de los pastores. Para evitar estas continuas catástrofes, el rey mandó a un preso, que se ofreció voluntario, a matarlo a cambio de su libertad. Para ésta complicada tarea el preso solicitó al rey un caballo, la piel de una oveja y pólvora. Entonces el preso fue hasta el raudal y empezó a tirarles los panes al enorme lagarto. Llegó a una calle sin salida y le tiró la piel de oveja con la pólvora dentro. El lagarto se la tragó y al cabo de unos minutos explotó. Finalmente el preso retomó su libertad. La leyenda dice que sus restos están en la paredes de San Ildefonso y en La Magdalena.
NUESTRO PADRE JESÚS NAZARENO ''EL ABUELO''
Otra leyenda también muy arraigada a la ciudad tiene que ver con la excelente talla de ''El Abuelo'', el nazareno que tanta devoción tiene en Jaén. Cuenta la leyenda que un abuelo pasó por una posada y en la puerta vio un tronco de olivo. Al verlo le dijo a los dueños que de ahí saldría un buena nazareno. Ante el comentario del anciano los posaderos le preguntaron que si podría hacerlo y éste asintió. le pidió que le dejasen el tronco en una habitación solitaria sin ruidos y que no le dejasen herramientas, porque no las necesitaba. los posaderos aceptaron tan simple petición y dejaron al abuelo a solas con el tronco. pasó un rato pero no se escuchaba ningún ruido. Los dueños de la posada tocaron a la puerto del anciano pero al no tener respuesta alguna decidieron entrar al entrar se encontraron con la hermosa talla del Nazareno. De ahí viene el nombre de ''El Abuelo''.
LOS ÁNGELES DE LA VIRGEN DE LAS ANGUSTIAS
Una mañana del año 1667 llegó a Jaén un escultor llamado Antón acompañado de su esposa y dos pequeños hijos gemelos. Encontraron vivienda en una modesta casa de la Magdalena, pero los vecinos se extrañaban pues la mujer y los niños jamás salían a la calle. Antón comenzó a trabajar como escultor en las obras de la Catedral. Salía por las mañanas temprano y regresaba a casa a la noche. Tenía un carácter muy reservado y procuraba no mezclarse demasiado con la gente. Evitaba conversar con nadie y siempre caminaba en solitario por las calles menos transitadas. Nadie conocía nada acerca de su vida o su familia. Pero a pesar de ello, su trabajo con la piedra y la madera era exquisito y muy admirado, así que la demanda del mismo fue aumentando al igual que su fama.
Sin embargo, una noche desapareció con la familia sin dejar rastro. Los vecinos dijeron que habían escuchado fuertes gritos de gente en la casa, así como galopar de caballos y tropel de lucha. Algunos dijeron haber visto a Antón aquella noche corriendo desesperado hacia la puerta de Martos tras el rastro de una gran polvareda.
Un día, unos diez años después de aquellos hechos, volvió a verse a Antón por Jaén. El hombre tenía muy mal aspecto y había envejecido mucho más de lo normal para su edad. Mostraba claros signos de sufrimiento en su rostro.
Antón fue al convento de los Carmelitas Descalzos, donde se conservaban varias obras suyas, y pidió asilo a cambio de trabajo. El padre superior accedió, y se convirtió en la única persona con la que Antón cruzaba algunas palabras. Después de mucho tiempo y con gran paciencia, el superior logró que Antón relatara todo lo ocurrido.
El hombre contó que había sido hecho prisionero cuando prestaba servicio en un barco de guerra español y conducido a tierras africanas donde estuvo prisionero cuatro años. Cuando lo dejaron en libertad le dieron la opción de regresar a su tierra, pero él no contaba con medios económicos para hacerlo así que se puso a trabajar en casa de un rico musulmán. Allí conoció a la hermosa hija de éste y se enamoró de ella, siendo su amor a su vez correspondido. Pero por supuesto el padre no aprobaba dicha unión, por lo que ambos decidieron huir juntos de aquellas tierras. Así fue como llegaron a la Península. Primero se asentaron en Sevilla, donde nacieron sus dos hijos gemelos, y finalmente decidieron trasladarse a Jaén.
Decidieron guardar el secreto a todo el mundo y tratar de pasar totalmente desapercibidos por miedo a que su paradero llegara a oídos del padre de ella. Sin embargo, finalmente ocurrió lo temido y una noche se presentaron en la casa seis hombres armados y a caballo, los cuales, sin mediar palabra, le arrebataron a su esposa y sus dos hijos.
Antón no podía dejar de llorar recordando aquellos amargos momentos y las caras de dolor de su familia. Decía tener grabados en su mente los rostros contorsionados por la pena y las lágrimas de sus dos pequeños hijos. Había buscado a su familia hasta la extenuación, pero todo había sido en vano. El padre superior se quedó muy acongojado al conocer la triste historia y trató de darle todo su apoyo para ayudarlo a soportar el día a día.
Antón comenzó a trabajar en un precioso retablo para la Virgen de las Angustias, pero en sus ratos libres tallaba unos angelitos que lloraban amargamente con gran dolor. En aquellos rostros plasmó las imágenes de sus dos amados hijos en aquel triste momento en que fueron arrancados de su lado. Todos en el convento quedaron sorprendidos ante la belleza y realismo de la obra y los angelitos fueron colocados al pie de la imagen de Nuestra Señora.
Pero dos días después de bendecidos los angelitos, Antón volvió a desaparecer. Sólo dejó una nota sobre su cama dirigida al superior, en ella explicaba que no podía soportar el dolor que le causaba contemplar aquellos dos angelitos y por ello abandonaba Jaén para siempre. Nunca más se supo de él.
EL SANTO ROSTRO DE LA CATEDRAL DE JAÉN
La leyenda cuenta que el santo Rostro fue traída a Jaén por el primer obispo de Jaén, San Eufrasio, que tenía una villa, fuera de las murallas de Jaén y allí en una capilla tenía dos diablillos encerrados en una vasija de cristal, los cuales se pasaban el día discutiendo el uno con el otro. Un día mientras los demonios lo creían dormido, San Eufrasio se da cuenta que los demonios no están discutiendo, sino cuchicheando algo en voz baja, escuchando cómo se decían que hoy era el día en que Lucifer le iba a tender una trampa al Papa y que estaba a punto de cometer un gran pecado; el obispo, para intentar evitarlo, amenazó a los diablillos para que le contaran todos los detalles, y al final éstos entraron a negociaciones con San Eufrasio, de modo que si le ayudaban éste no le diría nada a Lucifer de que sus diablillos le habían delatado. A cambio del silencio y de darle todos los días las sobras de su comida a los diablillos, éstos le llevarían volando por los aires a Roma, a lo que el obispo accedió. Entonces uno de los demonios se transforma en una gran bestia alada y sus lomo voló hasta el Vaticano en brevísimo tiempo; una vez allí previno al Papa de su caída en el pecado, se trataba de una mujer bellísima enviada por el demonio que iba hipnotizando a todos los hombres a su paso y que caían a sus pies, incluido el Papa. San Eufrasio llegó hasta ésta mujer y le impuso una cruz en el hombro, y en ése momento la tierra se abrió y devolvió al demonio hecho mujer al averno. Así, remediado el problema, el Papa, muy agradecido, le devolvió el Santo Rostro; y volvió a Jaén con la preciada reliquia de nuevo a lomos del diablillo y luego el obispo empezó a cumplir su promesa de darle las sobras de sus cenas, que a partir de entonces decidió que consistirían en comer nueces, con lo que el diablillo sólo obtenía las cáscaras.
La tabla de la Santa Faz se encuentra colocada en un marco de plata con piedras preciosas engastadas, al igual que un icono oriental. A su vez este se custodia en un arca dorada.
Esta joya fue realizada por el platero cordobés José Francisco de Valderrama en 1731, a petición del obispo Rodrigo Marín Rubio. En ella se incluyeron 191 rubíes, 193 diamantes y 210 esmeraldas. En 1814, la duquesa de Montemar donó un lazo de brillantes que desapareció en la Guerra Civil, por lo que fue sustituida por otro, donado por la marquesa del Rincón de San Ildefonso, realizado por Félix Granda. En la parte posterior la tabla lleva una inscripción en latín alusiva al autor y a la fecha de realización.
EL CASTILLO DE SANTA CATALINA
Sobre el Castillo de Santa Catalina también versan varias leyendas, la mayoría relacionadas con fantasmas. Quizá la más conocida de ellas sea la de la amante del Condestable Iranzo, en cuya habitación se siguen escuchando ruidos y lamentos, y que se dice que se interpone cuando alguien intenta retratar a su amado.
Se cuenta que el Condestable Iranzo se enamoró de una mora y era correspondido. Los dos amantes se casaron y un día el Condestable tuvo que ir a combate. Los súbditos estaban celosos de ella, pues creían que el rey no pensaba en ellos. Quemaron y violaron a la mujer mora cuando estaba embarazada. Desde entonces se oyen sus lamentos, y si la veis estará moviendo los muebles.
Otra leyenda a destacar dice que en la época de los moros, el Castillo de Jaén tuvo un gobernador llamado Omar, valiente guerrero pero a la vez delicadamente enamorado de su esposa, Zoraida. Una tarde fue reclamado en la ciudad por el Cadí y partió al galope. No volvió y su esposa, tras una angustiosa noche, salió en su busca; lo encontraron con un puñal en la espalda en un altozano cercano al castillo. Tal era el dolor de la viuda que se abrazó al cadáver y rompió a llorar sin consuelo.
Cuando sus acompañantes intentaron separarla del cuerpo de su marido, cayeron en la cuenta de que había muerto también, pese a que seguía derramando abundantes lágrimas y que éstas, al caer al suelo, se fundían con aguas cristalinas que brotaban del suelo, en un lugar que siempre había sido seco. Allí se formó una fuente que hoy se conoce como Caño Quebrado. Desde entonces en las noches de febrero, aparecen dos figuras como espectros abrazados que se alejan hacia el castillo.
LA IGLESIA DE SAN ILDEFONSO
Con respecto a la Virgen de la Capilla y la Iglesia de San Ildefonso también existen leyendas, algunas relacionadas con la anterior del lagarto, cuya piel supuestamente está expuesta en dicha iglesia.
Una de ellas es la de La Cabeza de la Iglesia de San Ildefonso. Esta leyenda está basada en un hecho real que narra el licenciado Antonio Becerra en su Memorial sobre el culto y devoción a la Virgen de la Capilla, publicado en 1639. En la Iglesia Parroquial de San Ildefonso, sobre unos de los contrafuertes que flanquean la portada que abre a la plaza, justo en el alero de la cubierta, hay una cabeza tallada en piedra.
Se dice que es el vivo retrato de un joven, hijo de persona principal de la ciudad, que una noche, a finales del siglo XVI, se ocultó en el templo y robó las lámparas de plata que alumbraban a la Virgen de la Capilla. Salió de la ciudad con su botín, pero su mala conciencia lo desorientó y fue apresado en Los Villares. Juzgado sumariamente en Jaén, fue condenado a muerte sin que sus padres, pese a sus altas influencias, pudieran valerle. Le ahorcaron y luego se ordenó descuartizarlo y exponer sus restos sobre los contrafuertes del templo para que sirviera de escarmiento a posibles ladrones sacrílegos. Cuando los restos se consumieron con el tiempo, se ordenó que la cabeza, esculpida en piedra, permaneciera eternamente expuesta sobre el contrafuerte más próximo a la torre. Y ahí se puede contemplar hoy día.
EL DESCENSO DE LA VIRGEN DE LA CAPILLA
En una desesperada situación por el acoso continuo de los ejércitos moros granadinos, en la noche-madrugada del sábado 10 al domingo 11 de junio de 1430, se cuenta que ocurrió un hecho extraño y sobrenatural. Muchas personas humildes y sencillas, desde cuatro lugares diferentes del llamado “Arrabal de San Ildefonso”, fueron testigos de un extraño cortejo procesional frente a la actual Iglesia de San ildefonso.
Narra la crónica que justo cuando la ciudad iba a caer a manos de los granadinos, de una fulgurante luz que sobrevolaba Jaén, descendió una "Señora", vestida con resplandecientes ropajes y con un niño “bien criadillo en los brazos”, llevando a la derecha a un clérigo y a la izquierda una mujer con aspecto de beata, presidían una extraña procesión en la que figuraban las cruces parroquiales de la ciudad y una numerosa milicia de hombres de guerra detrás. La procesión, de la que emanaba una extraña luminosidad, recorrió algunas calles del arrabal, deteniéndose luego a espaldas de la Capilla de San Ildefonso, donde había aparejado un altar en que se ofreció una ceremonia litúrgica entre cantos sobrenaturales incomprensibles para los atemorizados jiennenses que contemplaban las escenas. Todo aquello, dicen, se esfumó cuando en los campanarios de la ciudad se escuchó el toque de Maitines. La piedad popular interpretó aquella visión fantasmal como un prodigioso "Descenso de la Virgen María a Jaén".
Ciertamente, desde 1430 a 1492, los giennenses resistieron con fuerza los sucesivos ataques, que incluso repelieron con éxito. Agradecidos a esta ayuda y patrocinio celestial, cuya luz acompañaba desde el cielo a los jiennenses en sus batallas, en el lugar donde había finalizado aquella misteriosa "procesión", se colocó una talla de la Virgen, posiblemente extraída de un retablo anterior. Las gentes comenzaron a visitar a esta imagen que, por pertenecer a la Capilla de San Ildefonso, llamaron “de la Capilla”.
LA MESA DE SALOMÓN
La ciudad siempre ha estado muy relacionada con el esoterismo. Los judíos son, entre otros, los que durante siglos buscaron el nombre de Dios, es decir: el conocimiento perfecto que solo encontró Salomón y que dejó escrito en su anillo y en la mítica Mesa de Salomón, tablero o espejo que, como dice Juan Eslava Galán, se encuentra oculta en Jaén, en el Santuario de la Diosa Madre que se identifica con la actual solar de la Catedral. Esa sabiduría daba, además, riqueza y todos aquellos que en Jaén estuvieron relacionados con este Santuario mítico tuvieron fortunas ingentes que sus solos medios no podían explicar. Como Salomón, que construye un gran templo lleno de riquezas que trae -además de expertos que lo construyen-, de muchos lugares del mundo conocido. Entre otros de Tartesos, el legendario reino nativo del sur peninsular y estirpe de los pueblos íberos que dominaron ésta tierra.
(Salomón se encuentra a nuestra izquierda)
EL PÓSITO
Había en la ciudad una pareja de jóvenes que eran novios y estaban a punto de casarse. Por aquel tiempo volvían de las batallas los caballeros que habían luchado contra los moros por la Reconquista y uno de ellos, con buen físico y diestro en palabras se fijó en la joven y la conquistó. Esta abandonó a su prometido que en un principio no tuvo más remedio que conformarse.
El guerrero se casó finalmente con la joven jiennense, que además resultaba poseer una gran fortuna, ya que era miembro de una familia importante en la ciudad. Según cuenta la leyenda, su marido sabía de antemano que podía sacar provecho con este matrimonio y dejó ver su verdadero carácter.
Finalmente, el caballero no resulto ser el que parecía. Solo pretendía disfrutar de la fortuna de la joven, que pronto se dio cuenta del engaño por las actitudes de su marido, como salidas nocturnas y mujeriegas y su adicción al juego.
Una noche el supuesto caballero perdió toda la fortuna de su esposa y tuvo la desfachatez de regresar a su casa y pedirle a la joven que le diera todas sus joyas para volver a jugar.
La joven se defendió y se negó porque sabía del engaño y las joyas tenían un valor sentimental ya que pertenecían a su familia. Tras una discusión, el guerrero la mató, robó las joyas y se dirigió a la casa de juego. Pronto corrió la noticia y toda la ciudad se enteró de la tragedia. Fue entonces cuando el novio despechado lo retó y lo mató durante una lucha que tuvo lugar en la famosa Plaza del Pósito de Jaén.
La versión actual es que el joven, arrepentido de haber acabado con la vida de otro hombre, decidió tomar los hábitos de San Francisco como fraile en el convento que aquellos tiempos existía el actual Palacio de la Diputación Provincial de Jaén. La leyenda cuenta que algunas noches de frío ven en la Plaza del Pósito vagar a un fantasma negro que se para ante la cruz y reza arrepentido por haber matado a otra persona.
Distintos historiadores de la provincia de Jaén y más concretamente de su capital, han recogido estos curiosos hechos sobre la Plaza del Pósito y hay quien dice que, como en toda leyenda, en sus detalles existe algo que es aún fiel a la verdad.
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